qería libertad; pero estoy restringida

me duele, me duele, me duele y no paro de pensar, no me dejan olvidar por un rato cuánto duele. Quizás fue impotencia, esa silenciosa amiga que te roba el aire y no te deja respirar. Si, quizás junto con el orgullo, ese amigo autoritario y represor de tus sentimientos mismos que no te deja ser, que no te deja vivir. Quizás fue por intentar más que nada conservar esa figura de persona insensible y tratar de guardar en ese baúl en lo más profundo del alma la debilidad, nuestra debilidad. Aprendí que en la vida todo es reversible siempre y cuando uno se lo proponga, existen las variables además de las constantes, y que no hay dios más que tu disparatada conciencia capaz de lograrlo. Sé que muchas veces mi comportamiento es fatal, pero es más curioso aún que no me arrepiento de nada, simplemente vivo con la tonta esperanza de que cada cosa nueva que conseguiremos será mejor que la anterior. Y si, es así como vivo este ahogo sin poder dormir, con la maldita ansiedad picando la pelota en mi cabeza, la pelota negra, esa que en el centro cada vez veo más claro un punto que al parecer es blanco; y no quiero comenzar a soñar, pero creo que comienzo a especular sobre lo que pudo ser y lo que será, y de alguna manera encuentro una forma directa de relación con aquel punto blanco aquellas palabras que nunca pude decir, que solo el centro de mi corazón y mi almohada mojada conocen. Y llega la última de mis compañeras, la desesperación con su compañera la incertidumbre para presentármela y que juntas en equipo nos preguntemos qué pasará con la valentía, la más cobarde de todas que estuvo siempre escondida, si será capaz de hablar, de traicionar. Todo el mundo quiere saber cuando tus sentimientos están en primera plana.